Que un atleta, tipo el primo de Usain Bolt, le dé por ser un espontáneo en un terreno de juego es la peor pesadilla de un agente estadounidense común, barriguita baconera incluida.
Desde luego, la cara de los aficionados cuando se aproxima a su careto una pelota de baseball a esa velocidad es un poema… deporte de riesgo, sin duda.